Cuando escribo posts de gastronomía peco de hablar casi siempre en positivo. No hace falta bucear demasiado en Instagram y en Google para darse cuenta de que hay dos tipos de blogs gastro muy diferenciados: en unos todo es maravilloso, y los otros reparten toda la caña que pueden. Sin embargo, hoy quiero sacar un tema polémico que nunca viene mal retomar: los errores del servicio al cliente en un restaurante. Y es que tan importante es la cocina de un negocio como sus camareros, es más, a veces tienen más peso los segundos en la opinión de los clientes. Hoy hablo como clienta de las cosas que no me gustan cuando voy a un restaurante. Como valoro mucho el trabajo de estos profesionales, he invitado a la periodista Alaia Rotaeche (en Twitter @al_rc), quien acumula varios años de experiencia como camarera, a que escriba en Miss Carbonara sobre clientes puñeteros en las próximas semanas. Hoy somos los clientes quienes apretamos las tuercas, pero muy pronto nos las apretará ella a nosotros.

Errores del servicio al cliente en un restaurante: esto es lo que no nos gusta

  • Esperar. Si bien es cierto que vivimos inmersos en la cultura de la prisa, cuando reservas una mesa y tienes que esperar más de un cuarto de hora para que te la den, ya te sientas a comer de malas pulgas. Los contratiempos pueden llegar a comprenderse, pero qué menos que ofrecer alguna bebida en la barra y ser honestos cuando el cliente pregunta si se podrá sentar pronto.
  • Que el personal no conozca la carta. Hace poco fuimos a un restaurante donde nos sirvieron un aperitivo y el camarero, entre risas, admitió que desconocía lo que era. Mi amiga, muy sagaz, me dijo: «¿Y si llego a ser alérgica a esto? ¿Cómo es posible que no sepa lo que ofrece?». Tal cual. Da muy mala imagen que el personal de un restaurante desconozca la carta, y más en una época en la que las alergias e intolerancias alimenticias están a la orden del día.
  • Que no nos sepan asesorar. Este es otro de los clásicos errores del servicio al cliente en un restaurante. Cuando voy a un sitio y estoy perdida con la carta, da gusto toparse con un camarero/a que te avisa de que te estás pasando pidiendo o de que las raciones se van a quedar escasas. Asimismo, es genial que el personal de un restaurante sepa cuáles son los platos que tienen más éxito y, por qué no, se agradece que te revelen su preferencia entre dos platos.
  • Que se dé por sentado el orden en que queremos los platos. Cuando se trata de un menú no hay errores posibles, pero la cosa cambia cuando se trata de varias raciones. Es verdad que a veces la propia lógica indica el orden de los platos, pero es preferible no dar nada por sentado. No todos los clientes compartimos los mismos hábitos al comer: hay gente que prefiere que le traigan las raciones según salgan de cocina, otras personas lo quieren todo a la vez y otras en diferentes tandas. El cliente agradecerá que el camarero/a le sugiera el orden, pero a mí no me gusta que decidan sin preguntarme cuál es el primero y cuál el segundo.
  • Que no nos fidelicen. A los clientes nos gusta sentirnos importantes y, que cuando vamos mucho a un sitio, nos traten bien. Saberse el nombre de los clientes habituales, acordarse de lo que suelen beber y tener algún detalle (un aperitivo rico, un chupito…) son tácticas que fidelizan a la clientela.
  • Ver malas caras. Cada persona tiene sus circunstancias y una personalidad diferente, y además trabajar de cara al público no es nada agradecido. Sin embargo, tampoco es plato de buen gusto (y nunca mejor dicho) ir a un restaurante con el que llevabas toda la semana babeando y que la persona que te atiende esté enfurruñada. No me canso de decir que muchas veces es el servicio lo que te impulsa a ir o dejar de ir a un restaurante.
  • Los olvidos. Todos somos humanos y se nos pueden olvidar las cosas, pero cuando pides algo varias veces y no te lo traen, al final te mosqueas. Más que nada porque la cuenta la vas a pagar igual te hayan tratado mejor o peor.
  • Las autopropinas. Entre los errores en el servicio al cliente en un restaurante en España también se encuentra este (ya sé que en Estados Unidos es otra historia). Cuando me han atendido bien, a mí no me duele el bolsillo para dar una propina, es más, lo hago con gusto. Pero me enfada que no me traigan las vueltas. Si quiero dejar una propina, déjame al menos que decida el importe.

Por último, sí me gustaría destacar que he observado que estos errores se deben la mayoría de las veces a la falta de personal, algo que nunca deja de sorprenderme cuando veo un restaurante lleno. Los dueños de algunos locales piensan que con menos camareros se ahorran costes, pero es una percepción equivocada. Los camareros están desbordados de trabajo, la atención al cliente no es tan buena y los clientes acaban por irse. ¿No es esto cierto?