Por Alaia Rotaeche (@aL_rc)

La realidad es que trabajar de cara al público, pese a sus ventajas y al gran aprendizaje que supone, exige de sacrificios y de, por así decirlo, muchas tragaderas. A los horarios al revés de los del común de los mortales se suman las malas condiciones laborales (por desgracia, el pan de cada día en la hostelería), lo poco valorada que está la labor de los camareros, y, lo que nos ocupa hoy, clientes para los que uno es poco menos que un criado. Por fortuna, debo decir que en mi experiencia en este ámbito he encontrado más clientes amables, educados y atentos, que entienden cuando el trabajo te desborda, y que suelen compensar los deslices de los primeros.

Cuando Miss Carbonara me propuso dar la otra cara del servicio en restaurantes y bares, no me lo pensé, porque todos somos clientes, pero no todos somos o hemos sido camareros, y hay ciertos comportamientos y actitudes que no viene mal traer a colación por si, por casualidad, has incurrido en algunos de ellos.

Esto es lo que no nos gusta a los camareros de los clientes

  • Llamarnos durante un buen rato sin cesar y que cuando vayamos a atenderte vuelvas a releer toda la carta: La regla de oro del buen cliente es entender que para los camareros el tiempo es oro, sobre todo durante el servicio de comidas y cenas en restaurantes y durante las noches en bares de copas. Si insistes en llamarnos (normalmente, de malos modos) y cuando vamos haces la consabida pregunta a tus familiares/amigos de “Bueno, ¿qué pedimos?”, nuestra reacción no será la mejor, precisamente. Distinto es que nos pidas consejo, que dudes entre una elección u otra o que haya alguna confusión; eso, todos lo entendemos.
  • Tratarnos como a un colega: Esto es más común en ambientes nocturnos: bares de copas, pubs, etc. A los  camareros no les pagan por invitarte a un chupito, por rebajarte la copa o por ligar contigo; les pagan por servirte la bebida y cobrarte por ella, nada más. Que sean simpáticos contigo o no es otra historia. Una compañera mía siempre decía a los que se ponían pesados con los chupitos gratis: “¿A los cajeros de Mercadona les pides que te regalen algo? No, ¿verdad? Pues aquí, tampoco”.
  • Alargarte en la mesa/barra cuando ves que estamos a punto de cerrar: Creedme, el camarero hace ruido recogiendo porque quiere; de hecho, sabemos ser los más discretos del mundo cuando se trata de ir adelantando limpieza y demás para el cierre. Si movemos cajillos de refrescos, barriles de cerveza, sacamos la fregona ruidosamente… te estamos invitando amablemente a que te vayas, porque nuestro horario, como el tuyo, también tiene fin. No vivimos allí 😉
  • Tratarnos como si fuésemos criados: El trabajo de camarero puede ser gratificante y cómodo si encuentras un sitio en el que estás a gusto, pero desgraciadamente hay un porcentaje elevado de clientela que piensa que no sirves para otra cosa (frase literal dicha a un compañero en mi presencia) y que prácticamente has nacido para limpiar el suelo que pisa. Este apartado incluye reírse de los camareros, faltarles al respeto y decirles cómo tienen que hacer su trabajo. El trato del cliente hacia el camarero influye bastante en cómo este le trate a él, ¡y no creo que nadie quiera enfadar a la persona responsable de llevar su comida o su copa!
  • No entender los contratiempos: De la misma forma que como camareros estamos obligados a dar la cara ante la clientela y a ofrecer alguna compensación si hay un retraso en cocina o si nos hemos equivocado al tomar las comandas, como clientes es de agradecer la comprensión. Ante todo, piensa: somos humanos y tenemos dos manos.
  • Volvernos locos: Esto realmente no suele ser culpa de nadie, pero está en manos de los clientes hacernos el trabajo más llevadero. A todos como clientes nos ha pasado que, yendo con un grupo grande, se crea mucha confusión a la hora de pedir. Si quieres convertirte en nuestra mesa favorita, facilítanos el trabajo. Cuando llevas tú sola seis mesas con sus correspondientes platos, bebidas, postres, vasos de agua (los vasitos de agua…), creedme que se agradece.

Como decía Miss Carbonara en su post sobre los errores en el servicio, normalmente los retrasos y problemas se deben a una falta de personal o a una forma de trabajar muy desorganizada, y en muchas ocasiones no está en manos de los camareros cambiarla. Obviamente, como en todas partes, hay trabajadores mejores y peores, pero siempre piensa antes de hablar mal o chistar (ah, eso: ¡no chistéis!) al camarero que te atiende: con los clientes buenos siempre, siempre, nos portamos mejor.