¿Puede resultar actual la adaptación de una novela publicada en 1847? Un argumento en el que se mencionan dotes, en el que el concepto de clase social juega un papel relevante y en el que ser mujer conlleva ciertas obligaciones inherentes. Porque las niñas malas van al infierno cuando mueren. A las niñas tampoco se les está permitido mentir. Ni ser desordenadas. Ni crecer y convertirse en mujeres con opinión propia, claro. Pues aunque resulte sorprendente, Carme Portaceli trae al Teatro Español a una Jane Eyre que podría ser la historia de cualquier mujer contemporánea que lucha por ser libre y que no se subyuga, ni siquiera por amor.
Y es que, como acabo de comentar, opino que es todo un reto representar una obra de teatro basada en una novela del siglo XIX sin pecar de parecer antiguo. Es evidente que la puesta en escena y la dirección del espectáculo son cruciales a la hora de construir una versión clásica o más rompedora, y Carme Portaceli se ha decantado por la segunda opción (y menos mal). Actores que interpretan varios papeles, rupturas de cuarta pared, un vestuario sin excentricidades barrocas o cambios de escenografía a la vista del público son algunas de las decisiones que logran que esta Jane Eyre sea una versión moderna.
No puedo ocultar que lo que más me maravilló fue la interpretación de Ariadna Gil, que encarna a una Jane Eyre a la altura que el personaje y su autora merecen. A nivel corporal realiza un trabajo excelente, de hecho es increíble cómo cambia el personaje de niña a mujer. Ariadna Gil es capaz de transmitirnos el agobio que siente Jane Eyre en el internado y la fuerte aversión que le profesa a la señora Reed, su tía política. Gil ha construido un personaje sobresaliente: el público ve a una mujer físicamente invisible que transmite con su sola presencia un halo de misterio y de libertad muy difícil de igualar.
Abel Folk, por su parte, da vida al señor Rochester, un personaje que, para aquel que no haya leído la novela de Charlotte Brontë, sorprende y desconcierta. Rochester sabe cómo derrumbar la excesiva corrección y la coraza de Jane Eyre, pero ¿quién es realmente el señor Rochester? ¿Un hombre que lucha por encontrar la felicidad o un ser soberbio que despreciaba a su esposa hasta hacerle perder la cabeza? Se trata, sin duda, de un personaje con luces y sombras que cautiva a los espectadores casi tanto como a Jane Eyre.
Además, el resto de actores y músicos realiza, de igual forma, un trabajo muy digno. Pepa López interpreta en dos horas a personajes tan diferentes como la fría y déspota señora Reed y, como contrapunto, la solícita señora Fairfax. Gabriela Flores oscila entre la dulce y candorosa niña Helen Burns y Bertha Mason, una enferma mental.
Jane Eyre demuestra que siempre han existido mujeres inconformistas que no se limitaban a aceptar el papel que la sociedad les imponía. Pero, sobre todo, deja claro que la libertad y la independencia están por encima de todo, incluso del amor. Porque no puede haber amor sin igualdad. Ahora, en el siglo XIX o dentro de 20 años. Eso es así.
Dónde: En el Teatro Español
Hasta cuándo: 21 de octubre