Mi obsesión con Italia no es ningún misterio. Mi Erasmus en Roma fue una de las etapas más bonitas de mi vida: era la primera vez que vivía fuera de casa-encima con mi mejor amiga-, que me tenía que desenvolver en un idioma que no era el mío, y donde hacer amigos y protagonizar anécdotas memorables eran casi las únicas obligaciones (o, al menos, lo que se esperaba de nosotras). Creo fervientemente en la magia de las plazas de Roma de noche, y también en que no hay ciudad más bella en el mundo. Pero hoy os quiero hablar de D.O.C Wine Bar, mi nuevo sitio favorito donde llevo a toda la gente que quiero y el que recomiendo cuando me preguntan a dónde ir con una cita, con sus padres o para una noche divertida con amigas.
D.O.C Wine Bar, ubicado en la madrileña calle Españoleto, es una enoteca con más de 500 referencias de vinos italianos. Es un local chiquitito, diseñado para tratar con mimo a sus clientes y para que estés deseando volver según estás saliendo por la puerta. Todo el equipo es italiano, lo cual es un síntoma indiscutible de autenticidad, al igual que el hecho de que no haya carta de vinos: la carta son ellos. Con apenas unas pocas preguntas (por ejemplo, si os gustan los vinos más secos o afrutados; con más o menos cuerpo; qué presupuesto queréis gastar), pondrán encima de tu mesa el vino que estabas buscando sin saberlo.
Algunas referencias de tintos que hemos disfrutado son Passo del Cardinale, de la región Primitivo di Manduria DOC, un vino equilibrado, con un final persistente y, de momento, mi favorito (tampoco es ningún secreto que otra de mis debilidades es Puglia, algo así como el paraíso en la tierra). Otros dos son Kompà, de la bodega Cosimo Taurino, elaborado con uva Negroamaro 100%, perfecto para acompañar pizzas y quesos y procedente de Salento; y Caudium, una creación de Masseria Frattasi, elaborado con uva 100% Aglianico, de la zona vitivinícola de Beneventano IGT (Campania), un vino denso y persistente en boca.
La propuesta gastronómica es sencilla y deliciosa, muy centrada en el producto. Para mí las pizzas son innegociables, siempre que voy tenemos que pedir una. La última vez, por ejemplo, la acompañamos con un plato fuera de carta en el que el protagonista era el atún siciliano; una fondue de queso de oveja que nos hizo repelar hasta el último resquicio; y su imprescindible tiramisú: cremoso, suave y delicioso, la verdad. Los platos son muy abundantes, por lo que os sugiero que preguntéis para no pasaros. En cuanto al ticket medio, suele rondar los 35 euros por persona.
¿Lo mejor de todo? Que todavía me quedan por probar sus catas de vino, las cuales suelen celebrarse los sábados y con temáticas tan inspiradoras como Toscana VS Puglia, Sicilia VS Sardegna o Campania VS Veneto. Estamos deseando seguir aprendiendo sobre vinos italianos de la mano de Fabio y compañía.