“Leer era mi válvula de escape, mi estimulante y mi consuelo: leer por puro placer, por la hermosa quietud que te envuelve cuando resuenan en la cabeza las palabras de un autor”, refleja Paul Auster en Brooklyn Follies. No podría haberlo definido mejor. Los libros siempre han estado presentes en mi vida. Cuando apenas tenía dos o tres años, mi madre me leía el cuento de La bella durmiente y yo, entusiasmada con aquella historia, fui capaz de memorizarlo de principio a fin. Por otro lado, mi padre es un lector incansable, de esos que leen varias novelas a la vez y que no se despegan de sus páginas. No puedo evitar sentirme afortunada por haber crecido en una casa atestada de libros en la que, de vez en cuando, hemos tenido que realizar obras para que nos construyeran estanterías empotradas en la pared, que eran las únicas que cabían. Me cuesta imaginarme cómo sería mi vida sin la literatura, es más, no quiero ni que se me pase por la cabeza. Hoy, en el Día del Libro, quiero compartir con vosotros una lista con algunos escritores que me han hecho soñar:

1. Gabriel García Márquez

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Gabriel García Márquez. Foto: huffingtonpost.es

No voy a ocultar que descubrí a Gabo bastante tarde, de hecho, ya estaba en la universidad. Recuerdo que mi amiga Citlali lo citaba con frecuencia, y me parecía un pecado no haber leído nada de él. Sin embargo, una vez que lo agarré no lo solté, y ahora puedo jactarme de haberme leído siete obras suyas… ¡Y las que me quedan! De todas ellas, siento debilidad por dos: Cien años de soledad (mi favorita sin lugar a dudas) y El amor en los tiempos del cólera. Más que sus historias, lo que verdaderamente me enamora de García Márquez es su pasión en el lenguaje, la precisión con la que es capaz de describir los sentimientos, que manifiesta en frases como esta: “Lo dejaba perderse en sus laberintos, hundirse en el pasado con ese entusiasmo nostálgico y triste”. Quién pudiera viajar a Macondo, deambular por sus calles y conversar con los Buendía. En la asfixiante realidad no se nos permite, pero sí en la maraña de sus novelas.

2. Federico García Lorca

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Federico García Lorca. Foto: eldiario.es

No tengo palabras para explicar el torbellino de sensaciones que ha despertado y sigue despertando en mí este dramaturgo y poeta, este artista con todas las letras. Cómo es posible que un ser humano posea un imaginario tan limpio y tan bello. Hasta ahora, no he encontrado a otro escritor que, a través de adjetivos, verbos y sustantivos, pinte imágenes más nítidas que las suyas. El lirismo está llevado al extremo en cada uno de sus versos y a mí, que me encanta anotar aquellos pasajes que me remueven por dentro, se me acaban las libretas con él.

Bodas de sangre lleva en mi lista de obras favoritas muchos años, la he releído varias veces y sé que lo haré bastantes más. Es increíble que Lorca combine sentimientos tan impetuosos y carnales como el amor de Leonardo y la Novia con la más exquisita poesía. Si tuviera que escoger otras dos obras, me decantaría por La casa de Bernarda Alba (pertenece también al género dramático) y por el Romancero gitano (poesía). Os dejo unos versos de su poema “Muerto de amor”, del Romancero gitano:

“Lleno de manos cortadas

y coronitas de flores,

el mar de los juramentos

resonaba no sé dónde.

Y el cielo daba portazos

al brusco rumor del bosque,

mientras clamaban las luces

en los altos corredores”.

3. William Shakespeare

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William Shakespeare. Foto: huffingtonpost.co.uk

Como ya habréis podido comprobar con Federico García Lorca, el teatro goza de un gran peso en mi vida y los dramaturgos no podían faltar en esta selección. Sin lugar a dudas, Shakespeare es uno de los escritores de lengua inglesa más notables y una de las figuras imprescindibles en la historia de la literatura universal. Tanta trascendencia ha tenido, que incluso la factoría Disney se inspiró en Hamlet, una de sus obras más significativas, para su película El rey León. El fascinante dibujo de sus personajes es una de sus virtudes, solo es necesario mencionar a Romeo, Julieta, Otelo, Hamlet y Ofelia para comprobar que, efectivamente, han dado la vuelta al mundo y forman parte de una cultura global. Su poesía y el espíritu de la tragedia son otras de sus señas de identidad. Cierro este autor con este fragmento de Romeo y Julieta: “Y cuando muera, convierte tú cada trozo de su cuerpo en una estrella relumbrante que sirva de adorno a tu llanto, para que todos se enamoren de la noche, desenamorándose del sol”.

4. Hermann Hesse

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Herman Hesse. Foto: wikipedia.org

Me basta haber leído dos novelas de Hermann Hesse, Siddhartha y Demian, para considerarlo uno de mis escritores de referencia. Cuando alguien me pide que le recomiende un libro, automáticamente sale de mis labios el título de Siddhartha, como un resorte. Y es que para mí fue como un océano de paz, es una de esas obras que sanan la mente y el corazón. El argumento de la novela no es ni más ni menos que la vida de Siddhartha. Podría parecer simple si no fuera porque Hesse lo plantea como el arduo camino hacia la búsqueda de uno mismo, todos los infiernos y las glorias que atravesamos durante nuestra existencia. Siddhartha es un salvoconducto hacia la espiritualidad oriental, con personajes tan profundos como el propio Siddhartha, que es el protagonista; Govinda, con quien experimenta una fuerte amistad; Kamala, que le infunde amor y placer; y Vasudeva, un barquero que está dotado con la sabiduría de un dios.

El valor del presente o la idea de la Unidad son algunas de las enseñanzas más valiosas de Siddhartha, sobre las que vale la pena reflexionar. Atención a esta frase: “Aquel placer también pedía ser expiado, aquellos dolores exigían ser saboreados, y aquellas locuras, cometidas”.

5. Virginia Woolf

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Virginia Woolf. Foto: Europa Press

Además de su propia obra, por supuesto, un buen recurso para comprender a Virginia Woolf es la película de Las horas, de Stephen Daldry. En film se vertebra gracias a su novela Mrs. Dalloway, con tres personajes esenciales: Virginia Woolf, interpretada por Nicole Kidman; la esposa infeliz que lee Mrs. Dalloway, encarnada por Julianne Moore; y una especie de Mrs. Dalloway moderna, que es Meryl Streep. Como muchos artistas de gran talento, Woolf fue una mujer depresiva que puso fin a su vida con un suicidio. Sin embargo, sus escritos gozan de una fuerza que ha logrado encumbrarla como una de las máximas exponentes del feminismo. Me sorprendió poderosamente la idea que defendía en Un cuarto propio: cuánta importancia puede llegar a tener el hecho de tener nuestra propia habitación e independencia económica en el desarrollo de la creatividad. Cito ahora una de sus frases más conocidas: “Démosle un cuarto propio y quinientas libras esterlinas al año, dejemos que diga lo que quiere y elimine la mitad de lo que ahora pone, y escribirá un libro mejor”.

6. Paul Auster

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Paul Auster. Foto: Daily News

Paul Auster es uno de esos escritores que te enganchan, que cuando empiezas una de sus novelas no puedes parar de leer hasta llegar a la última hoja. De todas las veces que me he acercado a sus libros, nunca he tenido la sensación de estar ante una obra de arte de la literatura universal (no se ofenda, señor Auster, y continúe leyendo), pero precisamente es su naturalidad el elemento que lo convierte en un gran escritor. Brooklyn y el poder del azar son dos de los ingredientes básicos en sus historias, es más, a Auster se le cuelga a menudo el sobrenombre de “cazador de coincidencias”. Me gusta cómo concatena los sucesos en sus creaciones, así como el trasfondo humano por el que están bañadas todas sus divagaciones. Destaco Brooklyn Follies, La trilogía de Nueva York y El cuaderno rojo. Aquí va un regalito: “La necesidad de entregarse a sus obsesiones, de vivir su vida exactamente como deseaba vivirla. Vivir era siempre lo primero” (de su novela Leviatán).

7. Walt Whitman

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Walt Whitman. Foto: bostonglobe.com

Uno de los valores de la célebre película El club de los poetas muertos, de Peter Weir, es el de rendir homenaje a Walt Whitman con su poema “¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!”, gracias al cual muchas personas se han acercado al artista. La característica que, en mi opinión, define mejor a Walt Whitman es su espiritualidad y su extrema conexión con la naturaleza. Whitman brinda tranquilidad, te da la mano para que te fundas con la tierra, con los árboles, con tu cuerpo. Hojas de hierba es su obra más conocida, cuyos versos sin rima se incluyen en el inicio del movimiento poético contemporáneo. “Canto a mí mismo”, que pertenece a la obra anteriormente citada, contiene fragmentos hermosos como este: “¿Qué es tocar, qué es sentir otro cuerpo? Es entrar tembloroso en otra identidad, fuego y aire corriendo por mis venas”.

8. Mario Benedetti

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Mario Benedetti. Foto: upsocl.com

El uruguayo Mario Benedetti fue un autor muy prolífico que tocó todos los géneros: el cuento, la novela, la poesía, el ensayo y el teatro. Mi experiencia con él se reduce a una antología poética que fue más que suficiente para colocarlo entre mis escritores preferidos y para prometerme seguir descubriendo su obra. ¿Queréis que os diga cómo escribe Mario Benedetti? Seré breve: escribe exactamente los poemas que le dedicaríais a la persona de la que estáis enamorados. Es directo, desgarrador, navega por el mundo de los sentimientos con una veracidad y una humildad que no es fácil encontrar. Consigue que te sientas identificada, que reconozcas en ti sensaciones que has vivido. Entre mis poemas favoritos, se encuentran “Corazón coraza” y “No te salves”. Quiero mostraros unos versos de “Corazón coraza”:

“porque tú siempre existes dondequiera

pero existes mejor donde te quiero

porque tu boca es sangre

y tienes frío

tengo que amarte amor

tengo que amarte

aunque esta herida duela como dos

aunque te busque y no te encuentre

y aunque

la noche pase y yo te tenga

y no”.

9. Elena Ferrante

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Portada del libro La niña perdida, de Elena Ferrante.

Mi amiga Alaia, redactora de La Línea de Fuego, me habló hace poco de Elena Ferrante. Yo, curiosa por naturaleza, decidí investigar y pedí por Navidad los libros de esta escritora, de la que yo no sabía nada. Tan solo han hecho falta unos pocos meses para sumergirme en su obra y quedar absolutamente obnubilada, esa es la palabra. Su saga Dos amigas me tiene prácticamente drogada, me parece casi imposible dejar de leer. Ya he devorado con fruición La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y voy por la mitad de La niña perdida. No esperéis de Ferrante un lenguaje lírico o rompedor, su genialidad está precisamente en la expresión de la cotidianidad. ¿Pero acaso no es suficiente la vida en sí misma como argumento de una novela? Para mí sí lo es. Me atrevo a hacer una comparación con la película de Richard Linklater, Boyhood, pero llevada a la literatura. El trazado de todos los personajes, especialmente de Lenù y Lila, es magistral, y su costumbrismo nos muestra dos realidades: la de Lenù, que gracias a la educación logró liberarse de la falta de libertad que imponen la incultura y la pobreza, y la de Lila, una mujer de una inteligencia fuera de lo común y con una personalidad arrolladora. Cabe destacar que Elena Ferrante es escurridiza y se oculta, nadie sabe qué aspecto tiene. De hecho, las entrevistas que ha concedido han sido todas por correo. Os abro el apetito con esta frase de Las deudas del cuerpo: “Tal vez, frente al abandono seamos todos iguales; tal vez ni siquiera una cabeza bien ordenada puede aguantar al descubrir que no es amada”.

10. Sarah Kane

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Sarah Kane. Foto: independent.co.uk

Sarah Kane me trajo por el camino de la amargura hace tres años, cuando me vi ante el reto de interpretar a Cate, personaje de Reventado, en una escena. Me resultó tremendamente difícil meterme en su piel, sentir lo que ella sentiría. Y es que, a grandes rasgos y sin entrar en detalles, el argumento se sustenta en la relación enfermiza de una pareja que está en un hotel, y fuera de él hay una guerra. Ian está enfermo y Cate es retraída y posiblemente padezca algún trastorno de la personalidad. La violencia con la que se tratan es devastadora, y el lenguaje que emplea Kane echa mano de una gran cantidad de vulgarismos y expresiones desagradables. Mentiría si dijera que Sarah Kane es una de mis escritoras favoritas, pero si está en esta lista es porque consiguió impactarme, vapulearme y enseñarme que la fealdad encierra cierto grado de poesía. Es algo parecido a lo que me sucede con Bukowski: es irritante, agresivo, pero es impensable negar que es un artista y que materializa la ruptura con los cánones establecidos. Al igual que Virginia Woolf, puso fin a su vida ahorcándose con sus cordones cuando tenía 28 años.