«Una víctima seduce, provoca. Una víctima aguarda el momento, toda una vida, atrae despacio a su asesino», reza Jaime Lorente ante un escenario vacío. Y es que al actor le quedan apenas unas horas para estrenar el monólogo Matar cansa en el teatro Pavón Kamikaze, que estará en cartel hasta el 22 de noviembre.
Jaime Lorente poco o nada tiene que ver con Nano o Denver, sus personajes en Élite y en La casa de papel. De repente y sin esperarlo descubro a un actor que sentía la necesidad imperiosa de volver a las tablas porque, como él dice, a través del teatro podemos encontrarle sentido a muchas cosas. Y yo no puedo estar más de acuerdo con él.
Matar cansa es un proyecto que le llegó casi por casualidad. Después de ver en La Abadía He nacido para verte sonreír, del dramaturgo argentino Santiago Loza, le escribió por Instagram para interesarse por otro texto. Sin embargo, Loza decidió enviarle Matar cansa confiando en que le iba a apasionar. Acertó de pleno.
El monólogo reconstruye la historia de un hombre que admira a un asesino en serie. Durante la charla que mantuvimos con el actor, con Alberto Sabina y con Antonio Mateos (el director del espectáculo y el director artístico, respectivamente), no pude evitar acordarme de la novela Las chicas, firmada por Emma Cline. El motivo por el que irrumpió en mi memoria está relacionado con la fascinación que han provocado algunos asesinos a lo largo de los años, como es el caso de Charles Manson.
«En Matar cansa nos encontramos abrazando un lado oscuro que de alguna manera todos tenemos y que en la sociedad actual no nos atrevemos ni a verbalizar», revela Jaime. Aun así, Alberto Sabina advierte que ellos no quieren denunciar nada con esta obra, sino exponer un punto de vista atípico.
Mientras escucho hablar de esta obra que según corren los minutos se me antoja más atractiva, mi yo actriz se cuestiona si un actor es capaz de empatizar con un personaje que idolatra a un asesino. Decido preguntárselo a Jaime y esto es lo que me contestó: «Mira, yo no me entiendo ni a mí mismo. Pero a través del texto, de la palabra y de la repetición, uno encuentra lugares de entendimiento. ¿Tiene que ver exactamente con lo que está hablando la obra? Puede ser que sí o puede ser que no. Yo soy un chupóptero que se aprovecha de lo que dice Santiago Loza para curar una serie de heridas que tengo por ahí«.
Además, Jaime añade que el texto le gusta mucho porque la confusión que existe en la obra entre el narrador y el asesino es muy parecida a la que experimenta el actor ante el texto. No en vano Antonio Mateos admite que uno de los comentarios que más han escuchado por parte de otros compañeros es acerca del miedo a sentirse identificados, el hecho de pensar «no lo comparto, pero lo entiendo».
Jaime Lorente es un profesional transparente que no tuvo reparos en abrirse ante los periodistas que estuvimos escuchándole. Nos explicó que tras dos años sin hacer teatro, se sentía apagado y necesitaba recuperar esa ilusión que solo da el teatro. Pero yo quería saber qué le aporta este personaje que no le haya aportado ningún otro: «Me aporta la soledad, el hecho de encontrarme ante el vacío que supone un escenario solo. El vértigo de estar continuamente empujando, construyendo y haciendo que todo cobre sentido te hace vivir todo con una intensidad que es muy diferente a cuando tienes a compañeros en escena», apunta Jaime.
Ahora bien, ¿se puede desconectar cuando se interpreta a un personaje tan extremo y tan intenso? Para Jaime Lorente desligarse del personaje es misión imposible: «Mi pareja en casa me decía: Jaime, para ya. Me suele pasar con casi todos los proyectos, hay algo a lo que estoy todo el día dándole vueltas e intentando vislumbrar por dónde puedo ir para que la cosa salga medio bien. El trabajo que se hace en un ensayo es fundamental, pero el que se realiza con el pensamiento despierta en el actor cosas que de otra manera son imposibles. Yo termino agotado».
Siento curiosidad por seguir ahondando en ese Jaime Lorente desconocido, en este actor que es mucho más que una cara de Netflix. Me cuenta que la obra de teatro que recuerda con más cariño de sus inicios, los inicios en los que cargaba y descargaba las furgonetas para las funciones, es El amor de Fedra: «Fue la primera obra que hicimos Alberto, Antonio y yo juntos, y cuando la terminamos decidimos montar la compañía», reconoce Jaime. Y es que Jaime, Alberto y Antonio se conocen desde que estudiaron en la ESAD de Murcia, una época en la que compartían un mismo sueño que van a cumplir con Matar cansa: hacer una obra de teatro en Madrid.
Por último, no puedo marcharme sin saber cuáles son sus tres escritoras o escritores favoritos, su obra de teatro preferida y la comida que le vuelve loco. Pues aquí van las respuestas a estos dilemas: de escritores, se queda con Murakami, Albert Camus y Valle-Inclán. Como obra preferida elige Calígula, de Albert Camus, porque desea interpretarla algún día; y la comida sin la que no puede pasar es la olla de cerdo de su madre. Qué maravilla de ser humano eres, Jaime. ¡Mucha mierda!