Atención, señores, porque el espectáculo de Antonia San Juan no es para aquellos que presumen de que nunca han leído un libro, ni para las putas, ni para los mendigos que no quisieron darle nada al mundo, ni para la iglesia, ni para el estado, ni para el ejército, ni para los hombres que maltratan a las mujeres, ni para las mujeres que se dejan pegar, ni para los que aman las tradiciones, ni para los violadores, ni para el que bebe y conduce poniendo en peligro la vida de los demás porque la suya es una mierda, ni para los solitarios, ni para los críticos que saben de antemano lo que va a haber y no hablan de la obra sino de la persona, ni para el padre que llama marica a su hijo gay y tortillera a su hija lesbiana. Si no te identificas con ninguno de estos roles sigue leyendo porque Mi lucha entonces sí es para ti. Desde que me senté en mi butaca del Teatro Nuevo Apolo hasta que me levanté mantuve mis cinco sentidos alerta, con los oídos y los ojos bien abiertos porque no quería perderme el más mínimo detalle. Antonia San Juan aterriza en el centro de la capital con un espectáculo extremadamente crítico en el que no se casa con nadie constituido por una selección de textos suyos y de autores como Félix Sabroso y Arthur Koppit. San Juan no deja títere con cabeza en este trabajo unipersonal que es el tercero después de Otras Mujeres y Las que faltaban. Si me permiten la expresión obscena, diría que le ha faltado cagarse en su madre, pero esto es algo que la actriz y directora jamás haría porque Mi lucha tampoco es para aquellos que maltratan a la mujer que los parió. Con Mi lucha Antonia San Juan ha puesto las cartas sobre la mesa y ha demostrado que es mucho más que Estela Reynolds (personaje que yo idolatro). Ha demostrado que es una actriz de los pies a la cabeza, versátil, camaleónica y con la asombrosa capacidad de interpretar un gran número de papeles totalmente diferentes en menos de dos horas. Para los que acudan al teatro pensando que es una función ligera para reírse a carcajadas les diré que nada más lejos de la realidad. Claro que me reí, me reí mucho, pero también disfruté del poético texto sobre el amor que San Juan recitó y me quedé sobrecogida con la historia de aquella mujer que ejercía la prostitución tras una infancia llena de abusos sexuales por parte de su padre y que ahora trataba de ganarse el cariño de su ingrata familia a golpe de talonario. Antonia San Juan obliga a los espectadores a mirar dentro de ellos mismos, porque puta no es solo la que hace la esquina sino también el trabajador que se queda horas extra sin cobrar solo por no acabar en el paro o el hijo gandul que con tal de no estudiar ni trabajar es capaz de aguantar los insultos de sus padres para que le den 10 tristes euros. A esto quizá yo añadiría que también son putas y putos las tías “colganderas” y los tíos que van con la cartera en la mano en las discotecas para conseguir un beso mal dado. En definitiva, que nadie se salva.

Mi lucha ridiculiza el amor posesivo, el estereotipo de la esposa abnegada que cree a pies juntillas lo que le dice el marido, la envidia entre los miembros de una misma familia, a las artistas que realizan actos solidarios solo para conseguir notoriedad y a los periodistas del corazón que se meten en la vida de los demás pero no permiten que nadie hable de la suya. Antonia San Juan se burla con elegancia de la sociedad hipócrita en la que vivimos en la que ninguno estamos libres de pecado y, quien lo esté, que tire la primera piedra.

Dónde y cuándo: En el Teatro Nuevo Apolo, viernes y sábados a las 22 horas y domingos a las 20:30 horas. Hasta el 31 de julio.