Se necesita estar enamorada de una ciudad para ir seis veces en el plazo de dos años, y eso es precisamente lo que me sucede a mí con Granada. Desde que la redescubrimos de la mano de nuestra amiga Nieves no hemos parado de ir: nos enseñó sitios top y Granada siempre nos parece una buena idea. Y sí, sí me merece la pena bajar de viernes a domingo porque tiene todo lo que busco: magia, buena gastronomía y fiesta, y además a buen precio. Si todavía no conoces esta ciudad y te apetece hacer una escapada, te cuento cómo puedes organizarte para disfrutar de un fin de semana en Granada inolvidable.
Como os acabo de revelar, conozco bien Granada porque vamos muy a menudo. Sin embargo, en este último viaje íbamos con dos amigos que no habían estado nunca, así que teníamos un reto: enseñarles lo más importante en solo dos días. Por cuestiones de horario a la ida fuimos en bus, que aunque el trayecto se hace algo pesado tiene la ventaja de que el billete es muy económico.
Nos la jugamos y cogimos por Booking un hotel que no conocíamos y que ha resultado ser el que mejor relación calidad-precio nos ha ofrecido en Granada hasta el momento. Hablo del hotel Los Tilos, situado en plena plaza de Bib-Rambla y que nos salió a 42 euros por persona para dos noches. Las habitaciones eran espaciosas, estaban limpísimas y el personal era muy amable.
La primera noche quisimos que Diego y Jose probaran Más que vinos, un restaurante acogedor de la calle Tundidores donde siempre que vamos pedimos el pollo al curry con cuscús. Las tapas son bastante correctas: la primera ronda nos pusieron unas alpargatitas de jamón y aceitunas y en la segunda un par de albóndigas para cada uno. Las copas también teníamos claro dónde las tomaríamos: en la calle Ganivet, concretamente en Sarao. Este local suele tener actuaciones en directo y se comunica por una escalera con otro que se llama Paripé. Su neón de «Bésame mucho» es ideal para las stories de Instagram como podéis comprobar.
El sábado por la mañana madrugamos para combatir el calor lo máximo posible. Como no podía ser de otra manera, el desayuno lo tomaríamos en Puerta Bernina porque con solo pensar en su suizo con jamón york y mantequilla ya babeábamos. Como dato os diré que no es una cafetería barata para lo que es Granada, pero la calidad es muy buena y yo prefiero pagar un poquito más y regalarme un desayuno de 10, la verdad.
Después del desayuno tocaba lanzarse a la calle y enseñarles lo más bonito de la ciudad. Así, el fin de semana en Granada lo inaugurábamos llevándolos por toda la zona de la Alhambra. No teníamos entrada y estuvimos por la parte gratuita, que ya es impresionante. A continuación, nos dirigimos hacia el Carmen de los Mártires, un remanso de naturaleza y belleza que recomiendo que visites cuando vayas a la ciudad. Como ya la temperatura era alta paramos a comer en Taberna Salinas: aquí las tapas son generosas y nos flipan sus habitas con jamón y huevo.
Lo cierto es que después de comer hacía tanto calor que no se podía estar en la calle, así que nos tomamos un té en una tetería de la calle Elvira, donde hay muchas. Cuando lo acabamos nos encaminamos hacia la Catedral y también estuvimos curioseando por la Alcaicería, que en su origen era el mercado de seda árabe y que ahora es un bazar con tiendecitas con encanto. Antes de seguir con nuestro ajetreado fin de semana en Granada optamos por descansar en el hotel un par de horas.
Tras ese break estratégico estuvimos dando una vuelta por la calle Recogidas y por Reyes Católicos, donde aprovechamos para hacer unas compras. Nos reunimos con Diego y Jose en el Ayuntamiento y nos dirigimos todos juntos hacia la zona del Darro y el Paseo de los Tristes. Después cenamos en Carmela, restaurante en el que nos encanta pedir el croquetón de coliflor con chocolate blanco y el de morcilla. Los croquetones son gigantes y sus tapas son de lo más originales, pero el plato de huevos rotos con foie sí nos pareció un poco pequeño. Volvimos a salir de fiesta por Ganivet, que para nosotras es tradición.
Como os podréis imaginar, un fin de semana en Granada no es tal si no subíamos al Albaicín (Patrimonio de la Humanidad) y al mirador de San Nicolás. Sus casitas blancas y las calles empedradas parecen recién salidas de un cuento… ¡Si hasta hay una calle que se llama calle del Beso! Repetimos comida en Taberna Salinas y nos tomamos el famosísimo helado de cassata en Los Italianos.
No queríamos terminar el fin de semana en Granada sin llevar a nuestros amigos al barrio del Realejo y a ver el Cristo de los Favores, que para mí es muy especial. Debo admitir que el paseo se hizo cuesta arriba porque estábamos como a 40 grados, pero no podía regresar a Madrid sin visitar este lugar. La vuelta sí la hicimos en AVE, que por fin está inaugurado. Tardamos tres horas en llegar a Madrid, pero la comodidad que da el tren siempre renta.
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