Aunque pueda resultar utópico, todavía hay profesionales en el gremio del teatro que defienden que con su trabajo se debe cambiar el mundo. La sala Biribó, situada en el madrileño Paseo de la Esperanza número 16, nace con esta filosofía: “El teatro no se hace para contar las cosas, sino para cambiarlas”, sentencia Joaquín Navamuel, programador del espacio. En Biribó nada es casual, ni siquiera su nombre, que hace honor a Ildebrando Biribó, quien fuera el apuntador de la primera representación mundial de Cyrano de Bergerac en diciembre de 1897 y que apareció muerto después de la función. Se trata de una sala relativamente nueva, puesto que lleva funcionando desde diciembre de 2014, y su afán es unir a artistas consagrados con otros desconocidos, al igual que sucede en Argentina.

Nos preguntamos qué requisitos han de poseer las propuestas de las compañías para ser incluidas dentro de la programación de Biribó, y Joaquín Navamuel no titubea: el filtro es no ser un teatro comercial, porque las salas off tienen la labor de cubrir inquietudes sociales. “Somos una sala creada por una compañía para las compañías”, nos explica Joaquín. No en vano Biribó tiene como objetivo cuidar a las compañías, motivo por el cual rompe el esquema de programar un espectáculo un día a la semana y apuesta por dos o tres funciones semanales para que las obras crezcan artísticamente y se obtenga un rendimiento. Y no solo eso, sino que ofrecen profesionalidad a las compañías mediante los contratos y asumen ellos la parte técnica de los espectáculos y el IVA.

Creo que uno de los grandes errores del teatro es que no se escribe pensando en el público y sin público no hay teatro”, comenta Joaquín Navamuel. En este punto es cuando el programador hace hincapié en el exceso de oferta que existe en este tipo de salas, con la consiguiente disminución de la calidad de los montajes. Resulta indispensable, por tanto, llamar la atención del público, y Biribó lo hace a través de las redes sociales, que tienen el valor de la inmediatez. Además, lamenta la falta de espacio que siempre ha aquejado a la cultura en la prensa tradicional, que no está tan estructurada como en otras secciones.

Como decíamos anteriormente, nada en Biribó es dejado al azar, y el hecho de que cuenten con un ambigú, ahora muy de moda en este tipo de salas, persigue recuperar el concepto de los cafés en los que se reunían literatos como Larra y fomentar el intercambio cultural. Quienes se pregunten por el aforo es interesante mencionar que al ser un espacio polivalente depende de cómo se disponga, pero oscila en torno a las 60 personas. Otro dato a tener en cuenta es que se organizan talleres y hay promociones para jubilados, personas en paro o estudiantes de Arte Dramático.

¿Qué puedes ver este mes de noviembre? Toma nota: Big Lady, que juega con la música, las imágenes, las canciones y el silencio; Los motivos del lobo, que ahonda en el concepto de la violencia machista y huye de los estereotipos; y Le larvè, un espectáculo de máscaras para niños. Si quieres conocer un espacio transgresor que pugna por modificar la realidad no dudes en explorar Biribó… ¡Te sorprenderá!