Fariña, la obra escrita por Nacho Carretero y José L. Prieto, no deja a nadie indiferente. Por este motivo, se trata de una de esas propuestas escénicas que o te encantan o te horrorizan, no existe el término medio. En mi caso debo confesar que salí del Matadero maravillada después de disfrutar de este trabajo dirigido por Tito Asorey. Fariña, que se encuadra dentro de la programación de las Naves del Español en Matadero hasta el 11 de octubre, mantiene al espectador en vilo de principio a fin, juega con él y demuestra que la comedia y la tragedia pueden convivir de manera digna en un mismo montaje.

Mi intención con este artículo no es hacer ningún spoiler, pero lo cierto es que la primera escena de Fariña me descolocó. Quizá llevaba una idea preconcebida en la cabeza del tipo de obra que iba a ver y, nada más empezar el espectáculo, esa idea se derrumbó como un castillo de naipes. Es más, mi escepticismo consiguió que los primeros minutos dudase de si Fariña me iba a convencer o no. Sin embargo, en cuanto vi por dónde iba la propuesta y la versatilidad del elenco me posicioné sin ambages: sí, por supuesto que me iba a gustar Fariña.

Si has llegado hasta este texto supongo que es porque la historia del narcotráfico en Galicia te atrae mínimamente, así que conocerás toda la polémica que trajo consigo el libro publicado por Nacho Carretero y es probable que incluso hayas visto la serie que emitió Antena 3 y que ahora está en Netflix. Pues, ¿sabes qué? Lo que más me gustó de la versión teatral de Fariña fue el enfoque. No es un espectáculo que narre la vida de Sito Miñanco, los Charlines y compañía, sino que refleja la situación que se generó en Galicia cuando se saltó del contrabando del Winston de batea al narcotráfico y todo lo que eso produjo: jóvenes enganchados a las drogas y madres desgarradas gritando que dejasen de matar a sus hijos.

Pero, ¿y si después del párrafo que acabas de leer te suelto que en la obra los actores cantan y bailan y que le piden al público que participe? Y es que tal y como comentaba al principio, Fariña destruye los esquemas de cualquiera nada más comenzar. Además de romper continuamente la cuarta pared, cada actor interpreta varios personajes e incluso se emplean recursos audiovisuales de manera puntual para agilizar el ritmo de la obra.

En el programa de mano de Fariña, Nacho Carretero explica que con la obra querían hacer algo que no olvidase quien lo presenciase y que pretendían contar este capítulo de la historia de Galicia como solo el teatro puede hacerlo. Para mí Fariña ha logrado con creces ambos propósitos y nos sigue recordando que la cultura nos salva y, sobre todo, nos hace libres.

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Fariña, en las Naves del Español